Allá por los comienzos de los años sesenta, empezó a hablarse en Europa, con el consabido atraso y cierta indignación, del movimiento Pop Art. Corría la voz de que los pintores pop artistas de Nueva York eran una pandilla de irresponsables y juerguistas, que se habían hecho ricos de la noche a la mañana haciendo un arte vulgar y poco serio. Sin embargo, nadie puede negar hoy en día la importancia que tuvo en nuestra sensibilidad visual la irrupción, en el somnoliento mundo del arte abstracto, de aquellos inmensos tubos de pasta de dientes de Oldenburg, o de las gigantescas latas de Sopas Campbell de Andy Warhol.
De aquellos hoy consagrados artistas, el que quizás mayor influencia ejerció a lo largo de los años sesenta fue precisamente Andy Warhol. En su “Factory” (inmenso taller-estudio, donde se reunía para trabajar y convivir con todo aquel que, en aquella época loca, se relacionaba directa o indirectamente con el arte) pintaba, hacía películas, veía la televisión, organizaba fiestas, dormía y trabajaba, rodeado de los más estrafalarios personajes que una ciudad como Nueva York podía producir. Hoy en día, Andy Warhol, convertido en productor y promotor de conjuntos musicales (Velvet Underground, entre ellos), películas y arte, ha pasado a ser ese personaje carismático indispensable en las fiestas del Jet-set internacional, en las que, como son tan aburridas (según él), se dedica a ser su más sarcástico observador.
Mi filosofía de A a B y de B a A es un auténtico popurrí de ideas y reflexiones irreverentes, caústicas, siempre irónicas y, sobre todo, terriblemente sinceras. Andy Warhol curiosea en la vida americana y en sus inquebrantables tabúes (trabajo, éxito, fama, amor, belleza, etc.) con la seriedad de quien sabe muy bien que lo más profundo roza muchas veces la risa. Al hilvanar teorías muy peculiares sobre la vida cotidiana, generalmente inexplorada, sobre sí mismo, sobre personajes famosos y sobre nuestro entorno visual, Andy Warhol va conformando poco a poco su visión personal del mundo actual, desorbitado, canallesco y, muchas veces, grotesco.