Cristóbal Serra, el «ermitaño» de Palma de Mallorca, «que sabe sonreír, y esa sonrisa lo aparta de los hombres modernos» (Según Octavio Paz — véase el prólogo a Péndulo), el que ya nos llevó de la mano a un viaje quimérico al país de los Bilibús, Golindones, Zafacocas y otros seres estrafalarios (Viaje a Cotiledonia, Tusquets Editor 1973), el erudito con humor (pero, ¿es eso posible ?), viene esta vez a asegurarnos, a través de sus narraciones, ensayos, reflexiones y paliques que LA VIDA ESPIRITUAL IMAGINATIVA TENDRA QUE SER ANALFBETA O NO SERA y que LA POESÍA ES EL ANALFABETISMO INTEGRAL, PORQUE INTEGRA ESPIRITUALMENTE TODO.
Péndulo es, pues, la encarnación de la Docta Ignorancia, la del hombre que añora la infancia, la inocencia, el analfabetismo perdido y que regresa a la pureza del pensar poético. Los demás Papeles están presididos por la figura del Gran Maestro : el Asno, pensador enigmático que considera que «filosofar en Occidente es como masticarse los propios dientes», un extraño asno insumiso y refractario, ni amoral ni moralista, poeta, asno con cabeza de hombre y, para ser más precisos, con cabeza de Cristóbal Serra, el Asno docto, manso e irónico del Mediterráneo, reencarnación de Swift, Schwob y Jarry, traductor de Blake, seguidor del rey Tao, amante de Michaux y de otros maestros de la borriquería literaria.