Valga como ejemplo : al cabo de varias semanas de ser afeitado por el mismo tipo, en la peluquería de la cárcel, nuestro amigo, para pasar el rato, preguntó al recluso-peluquero, cuál había sido su falta. El recluso-peluquero le explicó que una noche, muchos años atrás, al regresar a su casa, después de las faenas del campo —el de Guadalajara— quiso dormir y no lo logró por el incesante llanto de su hijo, recién nacido. Tras intentar, en vano, acallar a su vástago, no tuvo más remedio que agarrarlo por las piernecitas y estamparlo contra la pared. Por lo que la madre, su mujer, comenzó a chillar de tal firma que se hizo necesaria su eliminación. Nuestro amigo, mientras la navaja barbera terminaba su trabajo, pensó no volver a ser afeitado por aquel tipo. Pero no pudo cumplir su propósito : en aquella cárcel madrileña no había otra peluquería.
En este libro, podría figurar este relato auténtico, como otros tantos. Relato, por otra parte, que recuerda el aquí incluido, debido al buen desmenuzador Chejov. Porque el problema de estos Seis relatos negros es el de siempre : bordean lo irreal pero parten en todo caso de situaciones reales, vividas o presentidas por sus autores, en los que apuntan, en todo tiempo, la cotidianidad sarcástica, más o menos oculta. Alfonso de Lucas Buñuel, familiarizado, por diversas circunstancias, con el uso de la simbología utilizada con frecuencia por la aparentemente olvidada «escuela del terror», ha reunido en estas páginas a Bierce, Chejov, Huxley, Faulkner, Arreola y Benedetti en una mezcla antológica en la que las tendencias o estilos de sus autores sólo tienen un principio : meter miedo.
(R.M.S)