Para sus partidarios como para sus enemigos, el pensamiento de Karl Marx aparece en este siglo como la levadura de todas las fermentaciones humanas en los cinco continentes. Sí. De acuerdo. Pero desembarazar ese pensamiento de los dogmatismos tenazmente empeñados en paralizarlo ha demostrado ser una labor tan ardua como tedioso insistir en su vigencia frente a las posiciones que pretenden hacerlo inofensivo.
Los primeros, los dogmáticos, se empeñaron durante mucho tiempo en desconocer los manuscritos filosóficos del joven Marx. Tanto a unos como a otros, les irrita la producción literaria juvenil de Marx. ¿Poemas líricos, una novela humorística, un drama romántico inconcluso ? Todo ello debía relegarse al silencio absoluto. Durante más de un siglo así ha ocurrido.
Ante la imagen monolítica, severa y admonitoria de un Marx sesudo y solemnemente tronitonante, la mera existencia de Escorpión y Félix resulta una herejía. Escrita a los dieciocho años, esta novela de humor descabellado, disgresiones semánticas, reflexiones filosóficas, saltos e interpolaciones, puede leerse hoy día con el mismo placer que un texto de otro Marx, Groucho, o de cualquier otro humorista contemporáneo que discutiera tesis, autores y hábitos consagrados por las academias de la primera mitad del siglo XIX, época que, por desgracia, no ha dejado de ser del todo nuestra.