Ernesto Cardenal escribió estos Epigramas entre 1950 y 1956, poco antes de ingresar a un monasterio trapense.
El amor y la política son los temas que le inspiran aquí. Su amor por Celia, Myriam e Ileana —mujeres a quienes amó en aquellos años— y su rechazo de la dictadura de los Somoza en Nicaragua, la más antigua dinastía dictatorial latinoamericana. Toda la tierna audacia y la ironía de los versos amorosos se tornan mordacidad y sarcasmo en los políticos, siendo que en algunos los temas se funden con humor y sabiduría, como en “Imitación de Propercio” o “Yo he repartido papeletas clandestinas”.
Con el epigrama, el poeta pasa a ser —además— cronista y pensador, enlazando así con una de las más exquisitas tradiciones latinas, en la huella de Catulo o Marcial (cuyos epigramas fueron publicados por Editorial Laia).