A Carlo Emilio Gadda le imputan como defecto el barroquismo, y Gadda responde simplemente en el ensayo, Cómo trabajo, que reproducimos en este volumen : « Nuestras frases, nuestras palabras son momentos-pausa de una fluencia cognoscitiva-expresiva. Duran lo que duran… Cambian de significado con la costumbre, las variaciones de la luna, el lento o rápido correr del tiempo ; y a veces cambian de valor, de peso. Su historia, que es la loca historia de los hombres, nos ilustra el significado de cada una… los matices, las mínimas variaciones de su valor, en otros términos, su diferencial semántico. Buen gusto, dedicación, o necesidad narrativa nos inducen… a huir de la parodia confiriendo un significado nuevo al vocablo, por un arbitrio inventivo que en la página, a la larga, resultará más o menos sabio o feliz.» Y añade más adelante : «No soy ni consigo ser un trabajador normal, un escritor “equilibrado” ; y mucho menos un escritor a medida. El llamado “hombre normal” es una encrucijada, u ovillo, o nudo, o enredo de neurosis indescifradas… no tiene conciencia, ni puede tenerla, del contenido, tan estúpido, de sus neurosis ; sus guiñolescas certezas lo inmunizan contra toda tentación de apertura de relaciones con la tinieblas, con el infinito ignorado ; mientras que el anormal alcanza alguna vez una conciencia discretamente clara de sus actos y de sus propias neurosis.»
Francisco Serra Cantarell, quien nos sugirió este volumen y se cuidó de su edición, dice en la introducción que aquí ha «querido dar una idea, un viático para un autor poco accesible. Para ello, he escogido dos de sus mejores piezas cortas, las estupendas evocaciones milanesas, y una elíptica “confesión” en la que Gadda revela toda su dimensión humana y de escrito.»