La teología de la esperanza y la teología de la liberación tienen raíces comunes: ambas reflexionan críticamente sobre unas sociedades en las que es preciso ofrecer signos de vida en medio de incontables peligros de muerte.
Jürgen Moltmann y Leonardo Boff, con su pasión por la vida, nos recuerdan que Cristo sigue siendo crucificado y vive a diario su pasión en quienes sufren, en quienes mueren prematuramente, en los muchos hombres y mujeres para quienes, como para el Niño de Nazaret, no hay lugar aún en este mundo.
Pero el mal y el sufrimiento no son para ellos un hecho inexorable, una sentencia condenatoria para la humanidad. La pasión del mundo es una invitación que Dios nos hace, hoy y siempre, a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, a hacer de sus dolores nuestro propio dolor. Solo así podrá romperse el ciclo de muerte y de opresión que atormenta a una humanidad marcada por la explotación salvaje de la creación.