La vida mata, sí, pero, aquí al menos, con una sonrisa en la boca. No está mal.
Ramón de España se ha empeñado en hacernos reír tanto como él mismo con sus propias ocurrencias : «Una relectura de “Diario de un bohemio” me ha producido, sin embargo, abundantes carcajadas», comenta por ejemplo en una de sus notas al editor. Alguna garantía tendrá, pues, el lector cuando el propio autor se ha divertido hasta este punto con sus
inventos. . .
Y decimos «inventos» intencionadamente, porque creemos que lo que más puede seducir en estos diez cuentos extravagantes es precisamente la hoy tan infrecuente variedad de ideas, que cobran vida en esos personajes grotescos, bufos y torpes, personajes que bien podríamos ser nosotros, o un conocido, o el vecino, vistos en la mirada de tolerante ironía de Ramón de España. Porque, no por ridículos, menosprecia el autor a sus personajes, ¡al contrario ! De hecho, se lo hacen pasar tan bien que también nosotros nos sentimos irremediablemente solidarios de esa risa siempre sin maldad, pero ¡cuántas veces tan cruel !, como en «La melancolía del hombre tronco» o en «La balada de Kid Borrasca».
Alguien podría evocar, en algún momento de esta lectura, la misma atmósfera de ciertos relatos beckettianos, que también se leen con una mezcla muy similar, e igualmente contradictoria, de amargura y de risa incontenible.