Fácil sería explicar el didactismo de muchos poemas de Santillana sumergiéndolos en la totalidad de la cultura medieval: las verdades esenciales habían sido ya descubiertas (los clásicos, el Nuevo Testamento); se trataba, pues, de repetirlas y sobre todo de aprenderlas. Ello nos impediría ver una dimensión patética, casi trágica, de la vida y la obra de Santillana: espíritu sabio, gran señor, dispuesto a enseñar, se encontraba frente al peor alumno: un rey inepto, sin carácter, débil en extremo, dominado por un vasallo bastardo (Luna), cuya política llevaba al país a la ruina (por lo menos eso creía Santillana) y que violaba los derechos de los ciudadanos.