La obra de Guillén es inseparable de su vida. La grieta invisible que separa, frecuentemente, al artista de aquélla es una consecuencia teórica de lo puro, entendido en la dirección más vacía que preconiza EL ARTE POR EL ARTE. Guillén que, no es un creador conceptual, tampoco escribe para los dioses inscribiéndose en la nómina de exquisitos anónimos. Entiende que el arte tiene personalidad por ser una criatura unitaria.Todo ello conduce al Final de vida y obra como una exigencia ontológica que Guillén ha ido aplicando a través del tiempo.La clave reside en la finitud humana y en la razón poética, porque sin lugares, sin horas, ¿qué es el hombre?. Este palpable más acá es lo que el poeta entiende y de lo que da fe. La muerte es el término justo de una Historia que, serenamente, cumple el orden natural. Cuando éste se altera -por patriotismo o pena de muerte- se comete asesinato. Entonces el argumento vital de Cántico y el ético de Final se identifican pidiendo la única garantía de continuidad ontológica:¡Ay, violencia! Paz, queramos paz.Obra y vida al fin consumadas dentro de un decurso temporal vastísimo: Aire nuestro.