ENSAYO SOBRE EL REDESCUBRIMIENTO DE LA REALIDAD ESPAÑOLAEl presente libro es quizá el primero en fecha entre los estudios sobre la novela y los novelistas españoles que he ido publicando en pasados años y, más que ninguno de ellos, está necesitado de una explicación. Se escribía en Poitiers en 1944, casi al mismo tiempo del desembarco aliado en Normandía, entre bombardeos, horrores y privaciones sin cuento. Primeramente estuvo destinado a la instrucción de aquellos alumnos míos que preparaban la Agregación de español; bien pronto estaba claro para mí que era indispensable integrarlo en una historia de la novela cuyo plan iba madurando lentamente. Con la mejor intención del mundo, sería difícil extraer de las obras de los costumbristas relatos propiamente novelescos, aunque todos bordeen significativamente los linderos de la ficción. Pero esto era lo de menos. La novela del siglo XIX quiso ser y fue muchas cosas, entre otras, gran descubridora de Mediterráneos. Es increíble lo que el conocimiento del siglo XIX en historia, en geografía, en condiciones sociales de los pueblos, en mil otras cosas, debe a la novela; que ese conocimiento no fuera muy depurado no invalida la afirmación: aquello fue lo que llegó a saber el hombre medio, medio muy por alto. Cuando se afirma el nuevo realismo, la exploración de la circundante realidad menuda y el descubrimiento de las cosas que la constituyen fueran mérito relevante de aquellas obras, superior a veces a su calidad artística. Desde el punto de vista de la gran novela europea, un estudio atento de ese proceder es interesante: tratándose de la novela española, es inexcusable. Los que hayan leído mi Introducción a una historia de la novela recordarán que una de las causas del tardo aparecer de la nuestra y del aluvión de traducciones que inunda nuestro país fue el deseo escapista romántico de hurtarse a la presión de las circunstancias, de eludir aquellas cosas que se consideraban triviales y por ende no podían ser poéticas. Sin un estudio de cómo ese humilde mundo de las cosas va trayendo la atención del público o mereciendo su interés, no se comprendería el éxito de la novela realista, cuando tardíamente aparece, ni muchas de sus limitaciones. Entre estos estudios novelescos míos, el que ofrezco ahora es el que ha sufrido menos cambios y transformaciones, tanto que, aparte el estilo y alguna nota suelta añadida aquí y allá, y no llegarán a la media docena. lo ahora impreso es mi texto de 19944. El que esto sea así se debe, paradójicamente, a la aparición de trabajos que hubieran debido hacerme más remiso en publicarlo. Esas publicaciones, que franquearan material para mí inasequible en los tiempos a que refería al principio, o emprenden tareas que yo no quise acometer. Creo poder prescindir ahora de algo de lo que contienen o suscitan, que, de conocerlo oportunamente, tal vez me hubiera desviado de mi recto camino; con todo, es deber mío mencionarlas. Me refiero sobre todo a la copiosa antología Costumbristas españoles , de don E Correo Calderón, y el excelente libro, tan penetrante y bien escrito, de doña Margarita Ucelay de Da Cal. Los españoles pintados por sí mismos, México, Colegio de México, 1951. De haber tenido yo a mano el primero en aquellos tiempos, no hubiera resistido la tentación de insistir más en el ingenio precostumbrísmo dieciochesco, y aún en algunas derivaciones novecentistas que nada tienen que ver con la novela, y hubiera hecho mal. Lo que aquí ofrezco no pretende ser una historia del costumbrismo: apenas algunas calas, para emplear una fórmula de Dámaso Alonso, en la indecisa esencia dl género. De haber dispuesto antes del libro de la señora Ucelay, el capítulo sobre Los españoles hubiera sido más breve, pero, en sus líneas generales, no muy diferente de lo que ahora es. Entre el libo de la eximia autora y lo escrito por mí ocurren numerosas coincidencias, y no podía ser menos; pero el enfoque del tema es tan diferente, que las diferencias son mayores. La señora Ucelay se propuso ?éste es el subtítulo de su libro? el estudio de un género costumbrista, el de la fisiología: yo también, pero no como tal género literario, sino siempre en su posible conexión con lo novelesco. La presencia de estos dos libros suprimía muchas de mis inhibiciones, en vez de fortalecerlas, como parecería lógico. Ellos me eximen del deber de penetrar más allá en la historia del costumbrismo y me permiten centrar mejor el punto de interés de mi estudio. Quizá hubiera sido mejor rehacer todo el trabajo, en vista de esos textos y de otros; pero ello, pasados tantos años, me hubiera impuesto una lectura para lo que no me basta el ánimo. Tal como queda, este librito puede ofrecer, si no grandes novedades en la pesquisa de los hechos, algunos puntos de vista originales. En ocasiones, como al tratar de Estébanez me he visto en el caso de citar verdaderos cuentos y novelas en cuyo examen no he podido calar muy hondo para no perder el hilo. Hoy ya, gracias al libro de don Mariano Boquero Goyanes, El cuento español en el siglo XIX, podría intentar una aproximación al cuento romántico, o a los que con él coincidieron en el tiempo, pero esta tarea no era de este lugar: si se hace, será objeto de otro estudio, como también las tímidas y no muy originales ideas sobre la esencia, las posibilidades y las técnicas de los nuevos géneros de fabulación.(J.F. Montesinos. Berkeley, 16 abril 1959)