México se caracteriza por la estrecha vinculación entre el Partido de la Revolución (el actual P.R.I.) y el Estado. Esta situación es básica para explicar el establecimiento de un régimen cuyo notable grado de estabilidad, con relación a su entorno, se ha hecho posible porque el aparato del Partido ha servido de vehículo de políticas estatales reformistas y se ha erigido en un mecanismo fundamental para la integración y canalización de las demandas de las masas por vías institucionales. Al contrario, los regímenes políticos centroamericanos, a excepción de Costa Rica, se ven envueltos en situaciones de persistente violencia y crisis. Crisis que, en gran medida, se deben a que en dichos regímenes aún está pendiente la consolidación de un proyecto de Estado-nación, aceptado por la generalidad de la población y capacitado para responder satisfactoriamente a las legítimas aspiraciones de equidad y de justicia de la misma.