Los mecanismos de construcción social de la desmemoria colectiva, el silencio, el miedo y el olvido que impuso la dictadura aún se pueden percibir en las páginas de los libros de texto. En especial, en los temas a los que no se suele llegar o por los que, a veces, se pasa de puntillas. Hoy en día, el resurgimiento y auge del fascismo ha alentado a partidos conservadores y neoliberales a unirse a esos postulados negacionistas y a acusar de «adoctrinamiento» o de «reabrir viejas heridas» a quien pretende recuperar la memoria histórica. Quienes se consideran herederos de la dictadura franquista impulsan denuncias y sospechas contra la escuela pública y sus profesionales. Es el mundo al revés.
No podemos olvidar que la utilidad del conocimiento sobre el pasado es el aprendizaje colectivo para que no se vuelva a repetir la barbarie. La democracia tiene el deber de fomentar el acceso a este conocimiento histórico, porque es la única garantía de adquisición de criterios propios y hace a la ciudadanía más sabia y, por lo tanto, más libre. De ahí que sean necesarias propuestas alternativas a los libros de texto actuales como la que ha elaborado Enrique Javier Díez. La consolidación de nuestra democracia precisa que se hagan efectivos los principios de verdad, justicia y reparación. Sin ellos será imposible garantizar un presente y un futuro auténticamente democráticos.
Los manuales escolares siguen dominando el currículo. Cerca del 90% del tiempo escolar, sobre todo en secundaria y bachillerato, se centra en torno a ellos. Los libros de texto escolares de historia no solo ayudan a comprender el funcionamiento social a lo largo del tiempo, sino también a construir una memoria colectiva y a conformar el imaginario individual y colectivo de las futuras generaciones, su manera de ver el mundo, la comprensión que se hace y la perspectiva que se adopta sobre el pasado, el presente y el futuro. Pero no todo el pasado es reflejado con similar valor en los libros de texto. La memoria histórica democrática sigue siendo una asignatura pendiente en la mayoría de los libros de texto escolares. Nuestro alumnado sabe más del nazismo que del fascismo patrio.