Realizada la primera Revolución Industrial, Inglaterra, que había sido potencia esclavista por antonomasia, prescinde del tráfico de unos esclavos que ya no necesita y consigue que sus competidores lo prohíban a cambio de una fuerte contraprestación. No obstante, las explotaciones antillanas seguían dependiendo de la mano de obra esclava. Por ese motivo, la trata continuó siendo consentida por las autoridades españolas, en tanto sería perseguida en la mar por las británicas. Por su posición estratégica, Cádiz fue el epicentro del odioso tráfico negrero en esta etapa final.
En esta obra, María del Carmen Cózar Navarro, gran especialista en las compañías navieras del xix, nos descubre ese “otro Cádiz” que, sin dejar de ser liberal, burgués e ilustrado, encubre personajes siniestros como Pedro Martínez, la Orca del Atlántico.