Los diversos capítulos que integran esta obra destapan la aparente paradoja de que la asunción por parte de los trabajadores de perspectivas nacionales fue paralela al declive de la catalanidad en el seno de la propia clase obrera. A medida que la composición geográfica de la clase trabaja dora se diversificó, incrementó sus vínculos con el catalanismo, pasando del desinterés casi atávico de la CNT hasta la Guerra Civil, a la militancia bañada en claros elementos nacionalizadores del PSUC de mediados de los sesenta.
En cualquier caso, ese tardío catalanismo asumido por el movimiento obrero nunca fue más allá de una propuesta federalista de base plurinacional 02013;alejada ya del modelo federal libertario02013; que pudiera satisfacer las demandas de especificidad nacional catalana dentro de la solidaridad con el resto de pueblos del Estado. Hablar de independencia 02013;o de separación, como habitualmente la denominaban02013; es, al menos hasta 2008, un anacronismo. Y a pesar de esta última afirmación, la zona de Cataluña obrera por excelencia, el área metropolitana, continúa siendo hoy el mayor agujero para el independentismo.
Ni a lo largo del siglo XIX ni durante el XX los trabajadores de esta zona situaron la cuestión nacional o territorial por delante de los intereses de clase, y todo ello en un contexto de cambios en la composición del mundo del trabajo, del declive de la figura del tradicional proletariado de fábrica, de la fragmentación política y del indiscutible deterioro de la conciencia de clase. Por todo ello, el balance histórico que aquí se presenta indica que la clase obrera consciente de la Barcelona metropolitana siempre ha situado la propia clase antes que la nación.